TENGO UNA TIA QUE NO ES MONJITA

Cuento Infantil

Cuando era una niña pequeña casi todos los cuentos infantiles que me narraron eran historias de amor entre príncipes y princesas, todos blancos, rubios y hermosos. Personajes de apariencia muy diferentes a la mía y a las de las niñas y niños con los que jugaba en el colegio y en el barrio. A esa edad nunca me narraron ni leí historias de hermosas princesas de tez oscura ni de cabellos negros.

Recién en el colegio pude conocer algunos cuentos andinos y amazónicos, más cercanos a la historia y realidad del Perú, pero siempre fueron los cuentos europeos o cuentos de hadas los más populares o de fácil acceso. En esos cuentos nunca la piel oscura era asociada con la belleza, la mayoría de niñas éramos cholas a las que nos dormían con cuentos donde no teníamos cabida, donde no estábamos.

Fue por ese tiempo, en el año 1980 o por ahí, que me narraron un cuento de terror llamado María La Marimacha. Niña que era llamada así por ser amiga de los niños, por jugar sólo con ellos y comportarse como un “hombre”. La historia no sólo es tétrica, es también violenta y negativa. María la marimacha era desobediente, mentirosa e inescrupulosa.

En aquel entonces, de cuentos con historias positivas de lesbianas o gays, ni hablar, eran palabras casi desconocidas para la mayoría de la gente. En los años posteriores tampoco conocí cuentos con historias positivas sobre la diversidad sexual. Lo que es peor, muchas veces he oído llamar a las lesbianas “marimachas” o “machonas”, palabras pronunciadas con cierto odio y desprecio.

Ha sido hasta este año, en que llegó a mis manos el cuento infantil Tengo una Tía que no es Monjita, que conocí y disfruté de esta hermosa historia en la que se muestra el amor entre dos lesbianas felices, mujeres amables, divertidas y seguras.

Llegar a las niñas y niños con historias como estas, donde se rompe con el esquema tradicional, intolerante y excluyente, constituye un gran aporte en la educación de los niños, al permitírseles conocer desde pequeños el derecho a amarse entre personas del mismo sexo y el de vivir en una sociedad inclusiva y respetuosa de la diversidad.

Sin duda un gran aporte de la escritora Melissa Cardozo Calderón, de Margarita Sada Romero que dibujó las muñequitas y de Ediciones Patlatonalli.

A partir de ahora a todas mis sobrinas y sobrinos les leeré Tengo una Tía que no es Monjita, para que a la hora de dormir, estos niñas y niños sueñen y crean que es posible ser felices sin exclusión alguna.

Mónica Coronado