11 de junio de 2012

Invisibilidad, discriminación y violencia hacia lesbianas, todas expresiones lesbofóbicas

Luego de leer “Amistades Ilícitas: contravenciones y sexualidades transgresoras en el Quito Colonial del siglo XVIII” de Lucía Moscoso Cordero, investigación histórica que revela y describe los casos de parejas de lesbianas que fueron sometidas a juicio durante la Colonia por haber sostenido una amistad ilícita, una relación no permitida legal ni moralmente, un crimen contra natura o contra las leyes naturales, un crimen nefando –crimen  indigno- o simplemente por ser tortilleras –según refiere la investigación en los documentos hallados de unos de los casos, al margen del primer folio se dice: “Rosa Hidalgo con Andrea Montenegro por tortilleras”, las sensaciones que me produce va desde la fascinación hasta la necesidad de rebelarse y seguir transgrediendo los mandatos normativos legales y sociales discriminadores que violentan las existencias lesbianas.

Fascinante conocer el detalle de los relatos, las denuncias, la declaración del marido abandonado en uno de los casos, la constatación in situ que hace el Alcalde de la flagrancia del delito al encontrar durmiendo a las acusadas en una misma cama, la declaración de los testigos, la apariencia masculina o de “hombre” de una de las procesadas.

Tener la certeza que la transgresión al orden social religioso heterosexual viene desde la Colonia y saber de la resistencia de las mujeres lesbianas desde aquél entonces moviliza y motiva a persistir en conseguir condiciones de vida dignas, libres y sin discriminación para las lesbianas de Lima, del Peru y de todo el mundo.

Pero por otro lado, al conocer estas historias se evidencia como la invisibilidad de las lesbianas ha persistido desde la época colonial. Desde aquél entonces hasta nuestros días han habido avances, sin duda, hoy existen muchas lesbianas que se han visibilizado y que siguen resistiendo y tratando de transformar el orden de la dictadura heterosexual. Sin embargo, está claro también como la invisibilidad ha permanecido, los métodos de ayer a hoy son distintos pero la situación más o menos se mantiene. En el relato del caso de Rosa Hidalgo y Andrea Montenegro, “las tortilleras” son procesadas por haber cometido el delito de crimen nefando por el que reciben una sanción o castigo. Rosa Hidalgo debe volver con el marido y Andrea Montenegro es enviada o recluida durante un año a una correccional de mujeres.

Hoy, los castigos no los imponen tribunales como en la Colonia, hoy, lo imponen nuestras familias en las casas, la sociedad y el Estado. Los métodos de castigo son distintos, pero el objetivo es el mismo: silenciar, invisibilizar, negar las existencias lesbianas. Son harto conocidos los relatos de adolescentes y jóvenes que refieren haber sido insultadas, golpeadas y sometida a “tratamientos sicológicos” para curar su lesbianidad, por parte de su propia familia. O cuando son insultadas o perseguidas en las calles por su apariencia “masculina”. O también cuando los medios de comunicación y representantes de las Iglesias dictaminan que besarse cerca a la Catedral o a las Iglesias, es una provocación por la que merecen ser reprimidas con golpes, insultos y hasta tocamientos  por la policía, y afirmar que las expresiones de afecto entre lesbianas deben realizarse en un cuarto cerrado, donde nadie las vea, ocultas, invisibles.

El Estado por su parte, ni siquiera imagina como incluir a las lesbianas en las políticas públicas afirmativas o como generar leyes específicas contra la discriminación y violencia por motivo de orientación sexual e identidad de género. Para el Estado no son población atendible que merezca promoción de sus derechos y protección contra la discriminación y violencia ejercida por el hecho de ser lesbianas. Lo peor de todo, es que al interior del propio Estado se desencadena una serie de actos lesbofóbicas, -la lesbofobia es invisibilidad, discriminación y violencia ejercida contra las lesbianas-. Basta para ello, saber si en las Comisarías de Mujeres, Fiscalías o en el Ministerio de la Mujer se ha acogido o llevado a cabo alguna una investigación por violencia lesbofóbica. La respuesta es No. O, si revisamos el Plan Nacional de Violencia contra la Mujer vigente, podemos observar que gracias a un trabajo de incidencia de la organización Demus y de la Kolectiva Rebeldías Lésbicas, en el año 2008 se logró incluir  a las lesbianas en dicho plan. Sin embargo, pese a haberse planteado expresamente la inclusión de violencia hacia lesbianas como lesbofobia, las funcionarias del Ministerio de la Mujer lo identificaron bajo la denominación de Homofobia.

En el caso de los medios de comunicación la situación anda peor, en principio invisibilizan a las lesbianas y cuando las visibilizan lo hacen a través de estereotipos de personas violentas y obsesionadas por retener a sus parejas. En una oportunidad fui entrevistada por una periodista de un medio radial, el motivo de la entrevista fue el intento de la Municipalidad de Lima de aprobar una Ordenanza por la igualdad y no discriminación hacia LTGB. Casi al final de la entrevista la periodista dictaminó: “Si fuera ahí solamente -en alusión al respeto a los derechos fundamentales de las y los homosexuales y el proyecto de Ordenanza de la Municipalidad de Lima- no habría problema, porque nadie debe ser discriminado por ser negro ni homosexual; pero, para algunos se trata de la promoción de estas conductas como si fuera algo natural, incluso en cuanto a los gestos o las manifestaciones de afecto que puedan haber entre personas del mismo sexo dentro de un local”. Para luego añadir “si dos mujeres se besan en un local delante de todo el mundo y un niño las ve, y el dueño del local les pide que se retiren o que ese tipo de muestras las hagan en otro lugar, entonces la pareja de lesbianas podría presentar su denuncia por discriminación y al propietario del local se le podría imponer una  multa o el cierre del establecimiento comercial inclusive”. Para finalmente agregar: “Eso está bien? dos mujeres besándose en un local comercial, delante de todo el mundo. Y cómo quedan las personas a las que esa expresión de afecto les molesta?” Nuevamente el mandato del closet, del cuarto oscuro, la invisibilidad. Acaso el derecho a la identidad, a la libertad y a la igualdad en el caso de las lesbianas deben ceder ante la sanción social-religiosa-heterosexual? Cuando una lesbiana no puede expresarse, establecer un proyecto de vida libre, dignificante en todos los ámbitos de su vida (casa, calle, escuela, trabajo), pues se le está discriminando y violentando. La invisibilidad empuja a una vida sin derechos, de exclusión y sin ciudadanía. El ser obligada a meterse al closet es violencia, de aquellas que marcan y dependiendo de la intensidad de la opresión y confinamiento pueden dejar heridas profundas que a veces no llegan a cerrarse en toda una vida.

Todas estas opresiones e invisibilidades han llegado a enraizarse de tal manera que llegan incluso a manifestarse en las propias marchas del Orgullo LTGB. En Lima esta marcha ya lleva varios años en su haber, las lesbianas siempre estuvieron presentes. Cada año han ido logrando más presencia, sin embargo, no son vistas ni mencionadas por los demás. A la marcha por ejemplo se le conoce como Marcha “Gay”, las voces y expresiones lesbianas no son incluidas ni nombradas como tales. También llegan lesbianas cubiertas con antifaces o gorras, o con el cabello tapándoles casi todo el rostro. Las lesbianas cubiertas no llegan así porque les guste, o porque hayan decidido libremente ir de esa forma, lo hacen obligadas por el temor a ser vistas por sus familias, amigos, compañeros de estudios o de trabajo. El ser visibles o reconocidas implica asumir un riesgo muy alto que muchas veces no están en condiciones de afrontar: la posibilidad de ser echadas de sus casas, el ser víctimas de bullyng, el ser echadas de sus trabajos, el ser rechazados por sus amigos o vecinos.

Lo que ocurre en las marchas con las lesbianas también es exclusión, discriminación y violencia que es necesario evidenciar para poder ser desterradas. En la marcha de este año apostemos porque cada vez seamos más las lesbianas visibles y con voz propia, por nuestro derecho a decidir sobre nuestras vidas, cuerpos y expresiones diversas.

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